jueves, 9 de abril de 2015

Dia de Lluvia

La lluvia llego y siguió durante horas, mientras las hormigas lamentaban encontrarse en pausa, los pájaros procuraban tener sus alas secas y las crías humanas se enfrascaban en juegos en casa o entregando sus cuerpos y almas a su Dios más querido y universal: la Internet.

  El agua crecía  cada vez más y su ira también al verse rodeada e invadida por los desechos del hombre, ella que había sido siempre tranquila, decidió vengarse y como el dicho dice “la venganza es un plato que se come frió” bajó la temperatura de su cuerpo.

  Penetro en casas, garajes, autos y locales por todos los recovecos que encontró, y una vez dentro cubrió todo aquello que tuvo a su alcance. No tuvo reparo en ahogar a otras especies, siempre y cuando afectara humanos, así que arrastro tierra, basura y cualquier cosa que estuviera dentro de ella destruyo, ensucio y arruino.

  El temor se adueñó de todos y la supervivencia se volvió indispensable, las maderas se separaron de su amigo el cemento y empezaron a flotar mientras su compañero lo maldecía desde abajo, pero la negrura del líquido impedía que los trozos de lo que una vez fue árbol pudieran ver.

  Las plagas buscaron mejor posición para sobrevivir, pero corrían la suerte de encontrarse acorralados entre morir por el agua o hacerlo a manos, o mejor dicho, por elementos blandidos por humanos. Una madre rata ataco a un hombre para que sus crías no fueran detectadas mientras buscaban refugio y otras alimañas aprovecharon el sacrificio para salvar su propio pellejo.

  Otro caso fue un grupo de cucarachas,  que se subió por las piernas humanas en su desesperación aunque su muerte era más segura por la locura de la persona que temía y despreciaba tal contacto.
  La oscuridad devoró la luz y dejo a sus hijos libres para que disfrutaran de esta ocasión especial, aunque algunos prefirieron perderse la oportunidad a resultar mojados y pasar frio.

  Una pata disecada de plumas verdes fue testigo de todo desde su estante, sus ojos de vidrio atentos a lo que sucedía, no quería perderse detalle incluso si debía rechazar las atenciones de un monstruo emplumado de brillantes colores.

—Hola — dijo el macho apoyando su brazo a centímetros de los pies del animal muerto para aun poderle ver la cara.

—Hmm — fue toda contestación, apagando cualquier intensión que incluyera su participación activa, permitiéndose mantener su puesto de espectadora.

  Tres sirenas se elevaron de las negras aguas y se sentaron en una mesada, provocando un extraño sonido entre hueso y mármol. Sus risas se veían acompañadas por el choque entre mandíbulas y sus cráneos, más y el chapoteo que realizaban sus diferentes colas; una con la continuación de la columna y llena de cartílagos, la segunda con ambos fémures unidos por una sola tibia y peroné y la tercera con los fémures, tibias y peronés unidos por el tarso.

  Se miraban en enormes espejos de mano, criticando sus restos de carne o que sus huesos se hubieran ennegrecidos por la suciedad del agua.

  Un conejo gris salió de la oscuridad con unas antiparras y un snorkel, dejándose guiar por los lamentos de los huevos del bol, se acercó a la mesa de la cocina.

—Que alguien ayude nuestro amigo el queso — rogaban.

  El animal de orejas grandes, con sus indescifrables intenciones, empujo la heladera, dejándola flotando en el pequeño lago negro que era la casa.

  Abriendo su puerta el queso salió de su prisión y saludo a sus amigos, mientras ayudaba a pararse al sache de leche y vitoreaban por su libertad.

— ¡No más omelet! — grito de alegría, pero esta no le duro mucho porque con el movimiento la leche cayo, derramándose en las oscuras aguas.

—No debes llorar sobre la leche derramada — le consoló el tomate y ambos dieron un minuto de silencio, junto con la manteca y la acelga.

  El resto de la comida se quedó en sus lugares, muy temerosos del caos de afuera, porque la fiesta de los monstruos siguió en lo que duro la noche.

  Un dragón chino ondulo por las aguas echando un vistazo de la acción en la superficie pero no le termino de convencer y se volvió a hundir, salpicando a las sombras, criaturas sin forma determinada, aunque en esta ocasión habían decidido tener cuerpo de un hombre con cabeza de hipopótamo, otro con cabeza de águila, el tercero con forma de medusa alargada y una cuarta pareciendo un árbol.

  La fiesta empezaba a terminar cuando el sol despuntaba y el ciervo blanco embistió contra el minotauro con bigotes. Todas las criaturas se retrajeron a sus hogares y los alimentos liberados ya afectados por la podredumbre del agua esperaron a ser encontrados para terminar en la basura pero preferible eso a su otra salida.

  Para las horas de la mañana el agua había olvidado ya su ira y cansada empezó a volver a su tranquilo cause, esperando que la lección estuviera aprendida y pensando un plan de respaldo sino era así.

  La televisión respiro tranquila, ya todo estaba en silencio y no tenía que seguir fingiendo que estaba bien, empezó a temblar y soltar toda la frustración que tenía guardada por no haber querido que otros se enteraran de su demofobia, tendría que buscar ayuda pronto, no podía seguir pasando miedo al verse rodeada de gente. La ironía de su vida.